Dora, ensueño

Hoy después de muchos años apareciste por mi vida. Diría, por lo mínimo, unos cinco o seis años que no te veía. Eh, vieja, mi vieja Dora.

No recuerdo que me contaras que tu nueva morada tenía un portal de ventanas grandes coloniales, donde podría jugar altas madrugadas. Me miraste con recelo, halando hacia ti, mientras abrías, aquellas persianas de madera antigua.

Soy yo, abuela. Y eras tú, del otro lado.

Yo de tanta distancia no sabías si eras, y en el miedo al sueño real, a la vida real, también cerré mis ventanas.

Ahora te escribo: pido licencia al destino mudo de la muerte, a la nostalgia del adiós final, al silencio de todos estos catorce años. Que a pesar de ser tan distante la lejanía que nos separa, a este cuerpo mío, le pertenecen tus memorias, y tus manos, y tus cuidados continuos.

No, no sé cómo sería si hoy, si después de tanto, estuvieras todavía entre los tuyos, entre estos míos compañeros y amores de la vida, esta familia extensa caminante. No soy más el pequeño obediente que criaste, pero tengo certeza que te hubiera gustado caminar conmigo estos caminos que hoy ando. Este intenso en los bordes de la vida, como es ella, sin máscaras. Te hubiera encantado el sol de mi hijo, su sonrisa, su manera de andar como chocando, derribando muros y paredes. Sus preguntas incesantes de príncipe ajeno, perdido sin reino, sin reina.

No sé cómo sería explicarte como vivo, como siento, como amo. Cómo desando sin rumbo los días, los inviernos, los humanos. No sé cómo sería si tuviera que retornar todas mis noches a buscar un beso arrugado de tus labios, tu afecto, tus ronquidos.

No sé si estuvieses, pero sabría…

6 comentarios en “Dora, ensueño

  1. Un hermoso requiem para la gran Dora. Que como todas las abuelas cubanas su presencia y recuerdos son nuestro gran balsamo!!! Nuestro gran tesoro de infancia!!!

    Gracias Dmis, tu Dora me hizo evocar a mis abuelas!!!

    Me gusta

Deja un comentario